PROSA APRISA
Arturo Reyes Isidoro
X: @ReyesIsidoro
Quienquiera
que no viva en Veracruz, que entre a las cuentas de redes sociales de la
gobernadora Rocío Nahle y vea las imágenes que sube, dirá que el veracruzano es
un pueblo feliz, feliz, feliz e incluso que en Veracruz no hay mal humor
social, como aseguró el 19 de agosto de 2019 su mentor político, Andrés Manuel
López Obrador, que estaba el pueblo de México, lo primero, y que no había lo
segundo, apenas en el primer año de su administración. La
verdad, a quienes nos gusta el jelengue, al menos a mí –como me diría la
exjueza Angélica Sánchez Hernández que me gusta–, si pudiéramos haríamos lo que
la señora, andar de festejo en festejo y más si no nos costara un solo peso y tuviéramos
todas las facilidades para movilizarnos, evadiendo y olvidándonos de la
realidad, sobre todo de la triste realidad, aunque un ser mortal, como
cualquiera, se puede o se podría dar ese lujo, pero creo que en tratándose de
la primera autoridad y responsable del estado es un lujo demasiado caro. En
los primeros ocho meses del actual gobierno me ha llamado mucho la atención que
Nahle repite el mismísimo esquema de Javier Duarte, en el sentido de que piensa
o cree que Veracruz se reduce a Xalapa, Veracruz puerto, Boca del Río y
Coatzacoalcos. Si alguien hiciera un recuento de los lugares que más ha
visitado o en los que más ha estado como gobernadora, el resultado le diría que
en los que menciono. En Xalapa está obligada a estar por ser la capital del
estado y el asiento de los tres poderes, en Boca del Río porque ahí vive y
tiene ahora sus intereses, en Coatzacoalcos porque ahí tiene su domicilio
particular y es vecina de ahí, y el puerto porque es el puerto con todo lo que
tiene y ofrece, la otra capital del estado. En
sus seis años de gobierno, antes ni como candidato y luego ni como gobernador,
Duarte no visitó ni la mitad de los municipios del estado. Igual, estaba en
Xalapa por ser la sede del Ejecutivo, viajaba a Coatzacoalcos porque de ahí es
su esposa o ahora exesposa Karime, tenían familia y departamentos (de lujo,
claro) en Boca del Río por lo que cada que podían jalaban para allá, y
visitaban y estaban en el puerto porque es el puerto. En
mayo, Rocío estuvo de festejo en el puerto con el buen pretexto del festival
Yolpaki, una muestra de la riqueza cultural de los pueblos originarios y la
comunidad afromexicana del estado, en junio, en Boca del Río, disfrutó, y de lo
lindo, del Salsafest, el festival de salsa que instituyó Fidel Herrera Beltrán,
pero que ella celebró como un gran éxito de su gobierno, y ahora en julio se la
pasó todo el fin de semana de nuevo en el puerto disfrutando del Festival
Internacional del Bolero, que al menos tuvo como sede alterna la ciudad de
Tlacotalpan, hacia donde también se desplazó. Claro, antes en febrero anduvo en
las fiestas de La Candelaria, en Tlacotalpan, y en marzo en el festival de la
Cumbre Tajín. Y además hasta bailó (en eso es de las mías), como la noche del
viernes en el Teatro de la Reforma cuando sonó Bonito y sabroso de Benny Moré,
como antes había bailado en el festival de salsa, ¡eh, eh, eh y eh! En
parte se entiende en su caso: está conociendo Veracruz y a los veracruzanos, su
riqueza musical, artística, cultural en general, y lo está disfrutando, como lo
haría cualquier visitante o turista de otro estado, aunque resulta que ella no
es alguna visitante o turista sino la gobernadora, y, claro, si el disfrute es
a costa del erario y si aparte de eso le aplauden a rabiar porque todos los
espectáculos son gratuitos, a quien le dan pan que llore. Y, pues sí, esos
veracruzanos del puerto, de Boca del Río, de Tlacotalpan, no todos los
habitantes de esos lugares ni del estado, en las fotos que los han capturado se
ven felices, felices, felices, incluso como si saliendo de los recintos no
hubiera mal humor social. Me
imagino que el recuento de todo ello será lo fuerte, la columna vertebral del
primer informe de gobierno: que asistieron miles y miles, lo que es innegable,
como en el caso del Salsafest, pero, de vuelta a la realidad, a la triste
realidad, y eso qué, qué ha resuelto tanto festejo los problemas y carencias
que tiene el estado, las carreteras que se han ofrecido arreglar, crear nuevos
empleos formales, ayudar a llamar a cuentas y a castigar a los responsables de
la mala construcción del estadio de futbol Luis “Pirata” Fuente, encontrar a
los desaparecidos, acabar con la inseguridad y la violencia, y un largo
etcétera. ¿Se nos informará cuánto de ingresos han dejado para el tesoro
público esos festivales y cuánto han costado, le han costado a los veracruzanos? Pero,
además, bueno y malo, Rocío no aplica aquello del perrito, que cuando hay
fiesta lo amarran para que no moleste a los invitados, pero si surge una bronca,
entonces sí lo sueltan para que le entre y defienda, pues no se va sola ya que
jala con sus colaboradores, al menos con los principales, a quienes, se supone,
debería dejar al cuidado de la casa mientras ella sale y se divierte, como se
vio en el Festival Internacional del Bolero, cuando se llevó y tuvo en su palco
al secretario de Gobierno, Ricardo Ahued Bardahuil, y al secretario de
Seguridad Pública, Alfonso Reyes Garcés, los dos puntales de la administración
estatal, por lo que por algunas horas o toda la noche del viernes no hubo
responsable de nivel y jerarquía por si hubiera surgido un problema inesperado
que requiriera de una reunión de emergencia (el espectáculo terminó después de
las 11 de la noche). Pero, sí, cuántos no quisieran tener a un jefe o a una
jefa como Nahle. De
que los festejos ocupan y distraen a la gobernadora, se tuvo un ejemplo el
mismo viernes 11, cuando el General Eduardo León Trauwitz, en una declaración
que hizo a Carmen Aristegui, que pasó al aire a las 14:44 de la tarde, la
involucró en el problema del huachicoleo, y ella tardó horas en reaccionar,
pues respondió en un tuit hasta las 10 de la noche, mientras que, por ejemplo,
un día después, el sábado 12, cuando a las 12:30 de la tarde Ovidio Guzmán
López se declaró culpable de cuatro cargos ante la justicia norteamericana y al
terminar la audiencia su abogado Jeffrey Lichtman acusó a la presidenta Claudia
Sheinbaum de ser “el brazo de relaciones públicas” del Mayo Zambada, acusación
que la agarró en gira de trabajo rumbo a Culiacán, por lo que al llegar, de
inmediato, fuera de protocolo, se organizó una conferencia de prensa y
respondió a botepronto porque acusaciones tan graves no se pueden dejar pasar
ni un instante. Pero
todavía faltan las Fiestas Patrias en septiembre y las del Día de Muertos en
noviembre y las navideñas en diciembre y las que se me pasan ahora u ocurran en
agosto y en octubre. Quién duda que Veracruz es un mundo de alegría, quién dice
que Javier Duarte estaba y estuvo equivocado cuando exclamaba que aquí no pasa
nada. ¿La Sierra de Huayacocotla, la de Chicontepec, la de Zongolica, la de
Otontepec, la de Misantla, la de los Tuxtlas, las Huastecas alta y baja, el
valle del Uxpanapa? No seas inoportuno, columnista, esas no son prioritarias, esas
no van a poner a Veracruz de moda, así que deja de molestar, por no decir que
de fregar. ¡Qué siga la fiesta, pues, yea, yea, yea! ¡A un lado, columnista
amargado! ¡Sea por Dios y venga más, como decía mi abuelita! (como repetía don
Rubén Pabello Acosta, célebre propietario y director del Diario de Xalapa). ¡Ah!
Se me estaba pasando. Y todavía falta que se vayan de vacaciones.
