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  • Oaxaca de Juárez, sábado, 21 de diciembre de 2024

Mozart siempre te lleva a la luz: Rolando Villazón


CANDELARIA LÓPEZ

CIUDAD DE MÉXICO.- En su regreso a México tras una ausencia física de 14 años, Rolando Villazón fue cantante de ópera, director de escena y artístico, gestor cultural, escritor, filósofo y hasta payaso. 

En el antiteatro “Simón Bolívar” del Antiguo Colegio de San Ildefonso, allí donde en 1922 Diego Rivera plasmó “La Creación”, su primer mural, el afamado tenor dio muestra de esa versatilidad que lo mismo lo ha llevado a escribir “Amadeus en bicicleta” que a dirigir alrededor de 15 puestas en escena o a ser el director de la Semana de Mozart en el Festival de Salzburgo y a comandar, al menos hasta 2028, la Fundación Mozarteum, fundada en 1880 para estudiar y profundizar en la vida y obra del célebre compositor austriaco. 

“Rolando Villazón, radiografía de una estrella” fue el conversatorio organizado por el Festival Cultura UNAM 2024 donde habló de sus orígenes en el bel canto con su papel de “Parpignol” en La Bohème, de Giacomo Puccini y de cómo fue Fernando de la Mora quien le dio la patada de la suerte. 

"UN ANIMAL ESCÉNICO"

Pero, ¿cómo es que Villazón fue creando a ese “animal” en escena que hoy el mundo conoce? A decir del tenor, su relación con el escenario podría entenderse así: por un lado, le gusta estar en él, pero también caminar sobre la calle como si fuera un escenario, y desde ese punto de vista, calle y escenario comparten la verdad de la vida diaria y no hay fronteras, ni división, sino una continuidad con un cambio de contextos, situaciones e interrelaciones. 

“Creo que el ser humano crea personajes y esto que llamamos identidad es un personaje que intentamos crear, y dependiendo de los contextos nos vamos transformando”. 

Amante de la obra de Julio Cortázar, Herman Hesse, Franz Kafka o Manuel Gutiérrez Nájera, dice que la literatura le ha permitido entrar a los sufrimientos y alegrías de un personaje, a mirar la otredad, aunque siempre desde un punto de vista lúdico. 

“Al final, todo es un escenario. La ópera misma es un escenario donde se escenifican los estados subconscientes de los personajes”. 

Como director de escena, aclara que no llegó ahí por frustración, sino por la inspiración que han despertado en él las y los directores con los que ha colaborado y de los que ha aprendido que un buen director de escena sabe mover el escenario. 

"10 MINUTOS CON MOZART PUEDEN CAMBIARNOS EL DÍA"

Pero cuando escucha de Salzburgo, que “no es una ciudad sino una idea”, Rolando Villazón dice que lo que ha allí ha sucedido le ha dado mucha luz a su carrera, esa en la que pretende estar vigente por lo menos una década más. 

Y en un acto de correspondencia, dice estar convencido de querer ser alguien puesto al servicio de Mozart, en quien afirma, ha encontrado a un amigo. 

“Cuando me ofrecieron el papel de “Don Octavio” (en la ópera “Don Giovanni”… de Mozart) primero leí una selección de las cartas de Mozart y me convencí de que 10 minutos con él pueden cambiarnos el entusiasmo del inicio del día; son como los allegros, los adagios y los lentos. Mozart siempre te lleva a la luz”. 

Que si Bach o Beethoven son mejores. Si de algo Villazón no tiene duda, es que pese a su arrogancia y pretensión, el compositor austriaco es el más querido en la historia de la música, y con su trabajo, él ha intentado extender esa visión. 

“En el cielo, es la música de Bach la que se escucha, pero cuando los angelitos se dan cuenta de que Dios no está, escuchan a Mozart (sonríe).” 

Y hablando de Dios, Villazón se considera afortunado de que haya echado los dados para que hoy goce de una reputación que le hace tener un público que lo sigue, y lo anima a interpretar no al Rodolfo de “La bohème”, sino a Orfeo de “L’Orfeo” de Monteverdi, personaje que encarnará en la edición 2025 de la Semana de Mozart en el Festival de Salzburgo. Mientras tanto, hoy invierte parte de su tiempo en dar forma a la historia de “Arnoldo el temerario”. 

La charla tiene una pausa para dar voz al público, ese que le pide al tenor un consejo para quienes quieren dedicarse al bel canto y cómo acercar a más públicos a la ópera. Sin reparo, él llama a dejar el internet y dedicarse a cantar, y plantea que más que atraer al público a los escenarios, hay que llevar la música clásica, la ópera y el arte a la sociedad. 

DE PAYASOS, DINERO, FAMA Y PODER...

Y él así lo hace, por ejemplo, a través de la asociación “Narices rojas” colocándose una nariz roja, pintándose la cara y yendo a los hospitales para alegrar la vida a los niños poniéndose en la piel de un payaso. 

De esta labor, destaca que la filosofía del payaso es muy poética porque para él no existe la cuarta pared y es capaz de transformar su realidad en algo habitable. 

Tal vez por ello, el artista afirma que la carrera artística no tiene límites. Dice que la curiosidad tiene que estar siempre presente, que no hay que encajonarse en ella porque hay muchas verdades falsas, pero una sola meta: ser el mejor cantante que se pueda ser y saber que se es una parte, importante, pero solo una parte del todo, y entender que no importa hasta dónde llegue una carrera porque siempre, el más famoso o la más famosa, seguirá siendo una parte del todo. 

“Pero si lo que se busca es fama, dinero y poder, se encontrará sólo frustración, aunque se logre mucho de esos tres, pero si lo que se busca es una verdad artística, se será siempre feliz, aunque no se encuentre ninguna de estas tres cosas”. 

Así se despidió el tenor mexicano de un público que lo cobijó agradecido, así como parecía hacerlo el hombre con los brazos abiertos en cruz del mural de Rivera a sus espaldas. 

“Rolando Villazón, radiografía de una estrella” sirvió como aperitivo al recital que este martes en punto de las 19:00 horas, el tenor mexicano ofreció acompañado en el piano por Ángel Rodríguez, cubano afincado en México, en la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario (CCU) de la UNAM, y en el que ofreció un repertorio de música italiana que fue desde el Renacimiento y el Barroco, hasta el siglo XX, y melodías del repertorio napolitano de Vicenzo Bellini. Así selló su regreso triunfal al país, y se confirmó como uno de los artistas más reconocidos de México en el mundo.

 

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