RELATOS DOMINICALES
Miguel Valera
Viaje a
través del espejo Yo no creía
que los espejos fueran portales a otros mundos hasta que un día Sofía se
desapareció de casa por siete días. Cuando regresó me abrazó con esos abrazos
que llegan hasta la médula, ahí donde los viejos nos contaron que estaba el
alma. Ella estaba feliz, sonriente, con la piel fresca, como si de un baño
sauna hubiera salido. Y sí, me dijo que un espejo se la había comido por siete
días, los mismos que Dios había ocupado para crear el mundo. Como me vio
dudar, me contó las leyendas de Bloody Mary y de La Reina de las Nieves, este
último un cuento clásico del danés Hans Christian Andersen, que refiere la
existencia de un espejo mágico que distorsiona la realidad. “A partir de hoy
voy a cubrir todos los espejos de casa”, le dije. Y con esa mirada perspicaz
que le caracteriza, asentó con la cabeza, mientras sonría con malicia. A partir
de ese día todos los espejos en casa están cubiertos con una manta negra. Cuando le
conté a Laura Monroy, mi gurú espiritual, igual soltó una sonrisa rara,
maliciosa, pero de inmediato me dijo que los espejos reflejan “la sombra del
alma” y que fueron utilizados como portales por egipcios, árabes, persas,
griegos y romanos. “Son la entrada y salida de energía espiritual y un portal
hacia otras dimensiones; no es cosa menor, es algo serio”, refirió. “Los
portales son aperturas, de campos de energía que rodean los reinos espirituales
y dimensionales, es decir que las entidades como los espíritus se pueden
deslizar a través de los orificios en el plano físico, sin embargo, los
espíritus más negativos también acceden a través de estos portales”, me dijo,
mientras sacaba una botella del congelador. “Todo esto
sucede, añadió, porque la capa astral más cercana al plano físico está llena de
bajos astrales, teniendo en cuenta que la mayoría de los portales son de dos
vías, para entrar como para salir del nivel físico. Algunos parapsicólogos
mantienen que hay niveles anómalos de actividad paranormal cerca de ciertos
espejos”, refrendó, mientras veía mi cara de espanto. Mejor
sírveme ese “mahuix” que sacaste del congelador, le dije, refiriéndome a la
botella de lo que pensé era aguardiente. “No, no, no”, me contestó. “Esta es
una botella de pox (posh). Para los antiguos mayas era medicina para el alma y
se utiliza en ceremonias religiosas. Esta no es una bebida cualquiera, el pox
conecta el mundo material con el espiritual, aleja demonios y cura las
enfermedades del alma y del cuerpo. Échate un trago grande, hasta el fondo”, me
dijo, al verme casi temblar. Por lo
demás, añadió, sí ten cuidado de los espejos, son ventanas del alma, como los
ojos y los únicos que no se pueden ver ahí son los vampiros o los zombies,
porque son seres sin espíritu. Cuando alguien muere hay que tapar de inmediato
los espejos, para que el alma no se confunda y quede atrapada en algún portal
que no es el que tiene marcado como destino. Además,
cerró, los espíritus malignos pueden entrar y salir por los espejos, pero lo
único que los detiene es un corazón firme, un alma bondadosa, que no le permita
la entrada a su vida. Así que mi querido Alberto Knok, para que Sofía no se
vaya de nuevo tienes que abrazarla más, serán tus brazos las que la mantengan
aquí, siempre, a tu lado, de este lado del espejo. Cuando estés frente a un
espejo abrázala siempre y verás en esos ojos azules el cielo infinito.
