PROSA APRISA
ARTURO REYES ISIDORO
TWITTER: @reyesisidoro
Hasta ahora ahí la habíamos venido llevando en
la relación prensa-gobierno, pero pareciera que el panorama da signos de
ensombrecimiento. De siempre, la relación prensa-gobierno no ha
sido fácil, por el talante autoritario de casi todos los gobernantes, a quienes
no les gusta que se diga la verdad ni tampoco aceptan la crítica. A mediados del siglo pasado, un gran periodista
tabasqueño, José Pagés Llergo, simbolizó la lucha por la libertad de expresión
en México. El Jefe Pagés estuvo a la altura de su tiempo y hoy es un referente
histórico del periodismo plural, independiente y sin censura. Más contemporáneo, en el mismo siglo, surgió
otro adalid de la libertad de prensa: Julio Scherer García. Pagés, si bien
sufrió la represión por el tipo de periodismo independiente que practicaba,
supo sobrellevar su relación con el gobierno. Scherer sufrió la represión de
Echeverría, quien lo despojó de la dirección de Excelsior. Ya al frente de la revista Proceso, sufrió el
acoso oficial y el veto para que nadie en el país le contratara publicidad, so
pena de represalia contra el que lo hiciera, con el propósito de ahogar la voz
crítica, profesional, independiente que representaba. “No pago para que me
peguen”, proclamó López Portillo, olvidándosele que los recursos para
publicidad oficial son públicos, no del bolsillo del gobernante, y que una
forma de devolvérselos a los mexicanos es pagando un servicio en los medios
para que estén bien informados. Con Pagés y con Scherer muchos otros mexicanos
estuvieron dispuestos a enfrentar la censura y la represión del poder y hoy les
tenemos que agradecer que gracias a su decisión ayudaron a ensanchar el clima
de libertades, pues la de expresión es la libertad de libertades. Gracias a esa prensa plural, crítica e
independiente el país despertó en 1968 y empezó a nutrir la lucha de los
mexicanos por lograr un México más justo, más democrático, más libre, que en
2018 derivó en la llegada al poder de un gobierno que se proclamó diferente y
en el que los mexicanos vimos, creímos, que era la gran solución a nuestros
grandes males, uno de ellos el de la represión y el intento de silenciamiento a
la prensa profesional, plural, crítica, independiente. En mi caso, ayer percibí por primera vez el
rasgo autoritario e intolerante del presidente López Obrador, quien, si bien se
la ha pasado descalificando a todas las voces críticas, que no piensan como él,
ya no dudó, sin dar una sola prueba, de tachar de corrupto al periodista Carlos
Loret de Mola, solo porque desveló un acto más de presunta corrupción de un
colaborador suyo. La sociedad mexicana tiene prevista la solución
para cualquier caso de información o comentario que se consideren falsos: el
derecho de réplica. Más práctico, mostrando pruebas en público en un foro como
el que usa el presidente todos los días para criticar, para descalificar, él
sí, sin pruebas, a toda voz disidente. Aunque adolescente, casi apenas saliendo de la
niñez, alcancé a vivir la lucha del Maestro Pagés contra el enojo oficial, y ya
como reportero, muy joven, la represión de Echeverría contra don Julio Scherer
y Excelsior y luego contra Proceso. Sé, pues, la pérdida, el retroceso que
significa para la vida democrática del país el acoso, la represión, el intento
de acallar la voz periodística crítica. Esa experiencia histórica, de vida, me hace
temer que el presidente esté a punto de caer en la intolerancia física y opte
por la represión contra Loret. Desde este modesto espacio expreso mi
preocupación y mi solidaridad con el compañero periodista. Pero, por la cercanía física y la amistad
personal, me preocupa y me alarma también la denuncia que hizo ayer el director
del portal alcalorpolitico.com, Joaquín Rosas Garcés, de que se ha querido
acusar al medio de extorsión “como pretexto para justificar y ocultar la
represión autoritaria y el intento de castigar la libertad de expresión que
ejerce”. Más grave todavía es su denuncia pública en el
sentido de que se ha negado a someterse “a los dictados de una persona” porque,
argumenta con razón, “su misión es ejercer el periodismo que dignifica y que
sirve a Veracruz”. Y es intolerable con lo que concluye: “Ahora le
informan de la amenaza de que tomarán venganza, lo que constituye un ataque
más”. Sé del profesionalismo de Joaquín y no hubiera
apuntado nada de lo que dice si no estuviera seguro de sus afirmaciones. El gobierno del estado –como el federal–
ofreció que iba a ser diferente. Es mentira. En lo personal, en personas
allegadas a mí, desde hace meses vivo la represión por mi línea editorial
crítica. No es la primera vez ni, estoy seguro, será la última, pero estos
decían que iban a ser diferentes. Desde el gobierno de Javier Duarte he vivido
la misma situación, ya me acostumbré y aprendí a sobrevivir y nada me hará
cambiar. En mi caso, sería injusto y faltaría a la
verdad si generalizara. La intolerancia y la represión vienen de un grupo muy
señalado del primer círculo oficial. Mantengo relación amistosa o de algún
entendimiento con actores del gobierno y políticos de Morena y por eso sé que
no todos están de acuerdo con la forma en que están procediendo. El periodismo, y más el periodismo crítico, es
un oficio y una profesión de riesgo. Lo ha sido siempre y lo seguirá siendo.
Como el del gobierno, es y presta un servicio público. En esencia tienen la
misma finalidad, pero el monopolio de la seguridad y de la procuración e
impartición de justicia lo tiene el gobierno y por lo mismo está obligado a
garantizar el trabajo pleno y libre de todo periodista porque con ello
garantiza una sociedad bien informada. Lamento y condeno públicamente la agresión
contra alcalorpolitico.com y las amenazas a su director, y a todos quienes
forman parte de ese medio les expreso mi solidaridad. La batalla no es fácil, pero la fuerza del
poder en todas sus manifestaciones nunca podrá contra la verdad y contra la
razón, razón que da el tiempo, tiempo cuyo declive ya corre hacia abajo del
actual gobierno. Duarte, ejemplo de lo que pasa con los
autoritarios El caso de Javier Duarte es el ejemplo a la
mano de lo que pasa con los autoritarios y que creen que nunca se les va a
acabar al poder. Fue represor con la prensa crítica y ahora,
cuando esta semana la Suprema Corte de Justicia de la Nación debe decidir si le
permite apelar su sentencia de nueve años, con el propósito de que se la
rebajen y pueda salir de la prisión (está preso desde 2018), ayer agentes
cumplimentaron otra orden de aprehensión en su contra, ahora por el presunto delito
de desaparición forzada, lo que indica que pasará más años en la cárcel. El
carnicero de ayer es la res de hoy. Se confirma, no está resuelta la elección de
Veracruz El pasado 26 de noviembre comenté en este
espacio: “El tiempo corre y no se resuelve en definitiva el resultado final de
la elección para la presidencia municipal del puerto de Veracruz… Ayer escuché
la versión de que existiría ya un borrador o anteproyecto que anularía el
resultado de la elección, lo que obligaría a ir a nuevos comicios”. Y el 1 de diciembre, apunté: “No dejó de hacer
ruido ayer la resolución del Consejo General del Instituto Nacional Electoral
(INE) en el sentido de que tanto Miguel Ángel Yunes Márquez como Patricia
Lobeira de Yunes no rebasaron el tope de gastos de campaña con lo que, por lo
pronto, sigue vivo el triunfo de ella y se sostiene su nombramiento como
presidenta municipal electa del municipio de Veracruz. Peeero el veredicto final todavía no está
decidido. Falta todavía pasar por dos aduanas más, la de la Sala Regional
Electoral del Poder Judicial de la Federación y la de la Sala Superior de dicho
poder”. En realidad, eran tres. También la del Tribunal Electoral de Veracruz
que por mayoría determinó ayer no validar el resultado de la elección. Si la
parte Yunes apela, siguen quedando pendientes las dos primeras. Ninguna de las partes puede cantar victoria
hasta que no caiga el último out.
